Columna Molinos de viento
Molinos de viento
Qué difícil debe ser para el Presidente y muchos de sus correligionarios comprobar que estaban equivocados. Creyeron que la violencia era un medio aceptable para lograr sus objetivos, que forzar la redistribución de ingresos para reducir la desigualdad bien valía el deterioro que podía causar en las condiciones de vida de los chilenos, que no importaba que los empresarios se fueran de Chile, porque total eran gente perversa que solo se habían beneficiado ellos mismos y que bastaba con impulsar las causas medioambientales a través de empresas estatales para hacer de Chile un paraíso verde.
La realidad les ha mostrado que la violencia no se termina cuando la causa que la justificó es alcanzada. Ser permisivos con la violencia genera más violencia, y para quienes la han justificado, como nuestros actuales gobernantes, resulta imposible detenerla. La realidad también les ha demostrado que los retiros y las ayudas universales con esteroides, por las que tanto presionaron en 2021, se les han vuelto en contra como un búmeran. La inflación desatada por dichas políticas ha producido una pérdida significativa de poder adquisitivo de las familias chilenas.
Las dos reformas tributarias (la tributaria y la de pensiones), ejes fundamentales del programa de gobierno del Presidente Boric, son antiahorro, antiinversión, anticrecimiento, y conducen a más informalidad y más desempleo. La combinación de los excesos de gasto y las reformas propuestas están conduciendo a Chile a una profunda recesión en 2023, con el consiguiente sufrimiento que eso causará a la mayoría de las familias chilenas. En palabras de ellos mismos, este deterioro y sufrimiento no importa, porque es el costo que se debe pagar por conseguir mayor igualdad. Sin embargo, mientras entramos en recesión, los centros de las ciudades están llenos de carpas, los ambulantes se disputan sus territorios a cuchillazos, el país es más segregado que antes, más sucio y peligroso que antes, y tenemos una crisis del sistema escolar como secuela de la pandemia y de la presión del colegio de profesores que la OCDE ha calificado de catastrófica. Todo esto hace prever que la desigualdad, en vez de caer, va a aumentar y que, en vez de pagar un costo para un supuesto beneficio superior, nos vamos a quedar con el puro costo. Un país más pobre, más inseguro, con menos movilidad social e igualmente desigual.
El acuerdo con los camioneros es otro baño de realidad para este gobierno. El programa de gobierno plantea subir el impuesto al diésel para desincentivar el uso de este combustible. El acuerdo de la semana pasada entrega un subsidio de US$ 1.500 millones para su uso. Con esto, el Gobierno pierde su color verde y su segunda gran bandera que fue su irrenunciable sesgo a favor del medio ambiente.
Nuestros actuales gobernantes, antes de llegar al poder, dieron peleas épicas contra dragones y monstruos de cuatro cabezas. El modelo económico, los súper ricos, las siete familias, el imperialismo de EE.UU. y varios más. Ahora que están en el poder, no les queda más que rendirse ante la evidencia de que dichos monstruos eran en verdad molinos de viento y que los verdaderos monstruos son los grupos de poder organizados, la lentitud e ineficacia del sector público, las bandas delictuales, el control de las fronteras, los vaivenes del precio del cobre y las consecuencias de la guerra de Putin. Es decir, los monstruos de Boric son los mismos que los de Piñera, Bachelet y Lagos. Qué duro debe ser esta realidad para estos jóvenes revolucionarios, que ningunearon a todos los que vinieron antes que ellos y que prometieron cambiar en cuatro años lo que sus antecesores no pudieron cambiar en 200 años.
José Ramón Valente