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Haciendo cumbre en jeans y polera
21 Julio, 2023
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Haciendo cumbre en jeans y polera

José Ramón Valente: ”Ministro, antes de subir los impuestos, vayamos al gimnasio, invitemos de vuelta a los sherpas y volvamos a ser un país confiable, paciente y perseverante”.

Los grandes logros requieren mucha preparación, persistencia y, sobre todo, mucho esfuerzo. De ahí el dicho de que, en la vida, para lograr grandes cosas se requiere un 20% de inspiración (talento) y un 80% de transpiración (esfuerzo). Llegar a ser un país desarrollado es una de esas grandes cosas que muy pocos han logrado. En un mundo donde habitan 8 mil millones de personas, solo 1,7 lo hacen en países considerados ricos. De acuerdo al FMI, el estatus de país desarrollado lo ostentan solo una treintena de países, en un universo de más de 200 naciones.

Chile se embarcó en la aventura de alcanzar el estatus de país desarrollado hace un poco menos de 40 años. Un desafío gigantesco si consideramos que en Latinoamérica no había ningún país con este estatus y que nuestro Chile estaba por debajo de la media en términos de ingreso per cápita en la región. A partir de la década del 90, comenzó a quedar claro que los cambios institucionales (la preparación) que Chile había hecho durante los 15 años previos empezaban a dar sus frutos. La economía chilena comenzó a crecer consistentemente a tasas superiores al promedio mundial y al promedio latinoamericano. No solo eso, durante ese período también acortamos significativamente la brecha de ingresos con países a los que queríamos parecernos, como España, Portugal y Nueva Zelandia.

Junto con aumentar la riqueza de Chile, también aumentaron paulatinamente los bienes públicos a que los chilenos podían acceder. Por ejemplo, el gasto público en educación creció de US$ 12 per cápita a US$ 315 per cápita entre el 90 y 2013, y el gasto público en salud y el gasto público en pensiones aumentaron 24 y 9,7 veces, respectivamente, en el mismo período (en dólares de 2023).

Como dije al principio, las grandes hazañas requieren preparación, pero también buenos hábitos y, sobre todo, paciencia. A partir de 2014, con el segundo gobierno de Michelle Bachelet, Chile perdió estas cualidades. Queríamos hacer cumbre en el Everest, estábamos todavía en campamento base, pero íbamos bien. Repentinamente, decidimos cambiar de estrategia, despedimos a los sherpas (los técnicos) y, en un acto de atrevido voluntarismo, nos propusimos hacer cumbre en cuatro años, en circunstancias de que la experiencia indicaba que, de perseverar en la estrategia que nos había llevado hasta ahí, teníamos una buena chance de llegar a la cima recién en 10 o 15 años.

Diez años después, en vez de acercarnos a los países desarrollados, nos hemos alejado. La impaciencia, las malas decisiones de política pública y el repudio de la ciencia y la experiencia nos transformaron en un país menos competitivo, más endeudado y menos confiable. Una retórica llena de consignas, arrogancia y alejada de las lecciones de la historia logró seducir a la sociedad chilena y tomarse el poder político.

Desde ese lugar, hoy el ministro de Hacienda plantea un acuerdo para volver a intentar hacer cumbre en el Everest, pero el problema es que ha pasado una década. Chile ahora crece menos de 2% al año en vez de 5%, la productividad es negativa y la inversión está prácticamente estancada. Estamos más endeudados, somos menos competitivos y nuestro Estado requiere una cirugía mayor. Pretender resolver los problemas sociales de Chile en estas condiciones es como pretender hacer cumbre en el Everest vestidos con jeans y polera, y veinte kilos de sobrepeso. La lógica indica que antes de pretender lograr la gran hazaña de que podamos financiar la salud, la educación, las pensiones y aspirar a la calidad de vida que tienen los países desarrollados, debemos volver a ser competitivos, volver a invertir, ser más productivos y reformar el Estado.

Ministro, antes de subir los impuestos, vayamos al gimnasio, invitemos de vuelta a los sherpas y volvamos a ser un país confiable, paciente y perseverante.

José Ramón Valente