La naturaleza del Presidente
La naturaleza del Presidente
‘…no importa cuánta retórica poética escuchemos, debemos ser conscientes de que este gobierno le va a clavar su aguijón al crecimiento económico, la inversión y la productividad, porque esa es su naturaleza…’.
En 2018 y 2019, desde el Ministerio de Economía, impulsamos una agenda para aumentar la inversión y mejorar la productividad. Creamos las oficinas GPS y OPEN para que se dedicaran exclusivamente a proponer y ejecutar mejoras regulatorias, legales y de gestión para producir una revolución microeconómica que se tradujera en un boom de inversiones, avances sostenidos en productividad y un mejor trato a los consumidores.
Presentamos una nutrida agenda legislativa que incluyó, entre otros, un proyecto proinversión y un proyecto para aumentar la productividad.
A pesar de contar con un amplio apoyo transversal entre los expertos —Rodrigo Vergara, Rodrigo Valdés, Andrea Tokman, Sebastián Edwards y Rodrigo Wagner, entre muchos otros—, estas iniciativas encontraron una férrea oposición desde el PC y el FA. Los proyectos proinversión y de productividad nunca llegaron a ver la luz y hoy deambulan por el Congreso como zombis mutantes. Más aún, en la discusión de la Ley de Presupuestos 2019, la bancada del Frente Amplio, Revolución Democrática y el PC, incluidos los entonces diputados Boric, Jackson y Vallejo, votaron en contra del financiamiento para la oficina GPS.
A pesar de la oposición de quienes hoy están en el gobierno, logramos avanzar con cambios normativos, mejoras de gestión y creación de un clima más propicio para invertir. De esta manera, la inversión que había caído sostenidamente durante el segundo gobierno de Michelle Bachelet a un ritmo de 2,4% anual logró remontar en 2018 subiendo un asombroso 6,5%. Lo mismo ocurrió con la productividad, que tuvo un desempeño negativo en cada uno de los cuatro años del gobierno de Michelle Bachelet, con una caída acumulada de 4,2%, y que durante 2018 logramos que tuviera un registro positivo de 1,1%.
Todo este esfuerzo se diluyó a partir de octubre de 2019. La impronta antiinversión de quienes hoy están en el gobierno logró sus frutos. La realidad pospandemia es que la inversión ha retomado su tendencia a la baja y con ello arrastrará a Chile a una recesión. Según datos del Banco Central publicados esta semana en el Informe de Política Monetaria, la inversión retrocederá casi un 5% este año y más de 2% el próximo, y el crecimiento económico será negativo el próximo año hasta en 1%. Esto es un retroceso mayor al que tuvimos durante la crisis asiática en 1999 y similar a la caída de la economía durante la crisis subprime el 2009.
En su primera Cuenta Pública, el Presidente Boric planteó la urgencia de impulsar la inversión y la productividad. Esa alocución me recordó al escorpión rogándole a la rana que lo ayudara a cruzar el río. La naturaleza anticrecimiento, inversión y mejoras de productividad del Presidente y sus colaboradores ha sido bien establecida y documentada. Hoy necesitan cruzar el río porque la economía se encamina hacia una recesión, precisamente por las políticas que ellos mismos impulsaron o dejaron de apoyar desde el Congreso.
Estamos todos de acuerdo en que este cambio de discurso es positivo para el país y debemos apoyarlo. Pero también debemos estar conscientes de la naturaleza del escorpión.
De hecho, a comienzos de semana el Comité de Ministros rechazó un proyecto por US$ 650 millones que llevaba seis años de tramitación y contaba con una resolución de calificación favorable, siendo uno de los argumentos que el proyecto se había tramitado durante el gobierno anterior. No importa cuánta retórica poética escuchemos, debemos ser conscientes de que este gobierno le va a clavar su aguijón al crecimiento económico, la inversión y la productividad, porque esa es su naturaleza.
Es siempre peligroso crear altas expectativas. Como sabemos, la felicidad la podemos medir como la realidad menos las expectativas. Así, cuando las expectativas son altas la probabilidad de desilusionar a quienes le hicimos promesas grandilocuentes es muy alta.
El gobierno de Gabriel Boric fue elegido sobre una plataforma que prometía eliminar las desigualdades en la sociedad y refundar un Chile más justo, exento de privilegios y lleno de nuevas oportunidades. El relato de campaña aseguraba que era posible crear este nuevo Chile quitándole poder político y económico al 1% de la población (la élite), para traspasárselo al 99% de la población (el pueblo). Esta promesa es absolutamente inalcanzable y, por lo mismo, el actual gobierno está condenado a incumplir su programa y a frustrar las expectativas de los millones de chilenos que votaron por Gabriel Boric.
Por supuesto, usted podría tener una opinión distinta de la mía, así que permítame entregarle algunos datos para ver si lo convenzo de mi visión. Mario Marcel, ministro de Hacienda del actual gobierno, ha señalado que la reforma tributaria que va a impulsar pondrá especial énfasis en recaudar más desde los ingresos y el patrimonio de las personas. Esto se lograría subiendo los impuestos a la renta y aumentando los impuestos al patrimonio. La realidad que muestran las cifras es que actualmente el 1% de mayores ingresos -que corresponde aproximadamente a 86 mil personas- contribuye con el 70% de toda la recaudación de impuesto a la renta y que el 70% de las personas que reciben salarios no paga impuesto a la renta.
En Chile, una persona que gana el ingreso medio de la economía, es decir, cerca de $650 mil mensuales, paga cero impuestos a la renta, y una persona que gana cuatro veces el ingreso medio de la economía, cerca de $2,4 millones mensuales, paga solamente un 5% de impuesto a la renta. Para el promedio de la ODCE, las tasas de impuesto pagadas por dichas personas serían de 15% y 25%, respectivamente. ¿Qué nos dicen estas y muchas otras cifras que se podrían agregar para hacer aún más contundente este argumento? Que la forma de recaudar más por impuesto a la renta de las personas es subir las tasas de impuesto de la clase media y no al 1% de mayores ingresos. Como podemos ver, la realidad no tiene ningún correlato con la promesa de campaña de Gabriel Boric.
Con el llamado impuesto a los súper ricos pasa algo similar. Muchos de los países de la OCDE han eliminado este impuesto porque no logra recaudar casi nada y genera múltiples distorsiones. Los que aún lo mantienen recaudan entre 0,2% y 0,4% del PIB al año. Dada estas cifras, siendo súper optimistas, el impuesto al patrimonio podría recaudar US$ 1.200 millones al año. Es decir, un tercio del costo mensual de un IFE. Difícil pensar que esta sea la panacea que va a resolver todas las necesidades sociales de las cuales carecen los chilenos. Nuevamente, en este caso la retórica de campaña choca de frente con la porfiada realidad que muestran los números.
Los problemas para cumplir las promesas de gobierno no se reducen solamente a los impuestos. Existe un sinnúmero de grupos de interés, muchos de los cuales apoyaron la postulación del Presidente Boric, que gozan de privilegios importantes y que no forman parte de la élite del 1% y no son rubios de ojos azules viviendo en las condes como los describe la ministra del Interior. Están, por ejemplo, los empleados públicos que tienen sueldos por encima del promedio de la economía y que a la hora de enfrentar dificultades como la pandemia no perdieron ni su empleo ni vieron mermados sus salarios. Está el Colegio de Profesores que se ha negado consistentemente a apoyar medidas tendientes a mejorar la calidad de la educación, tales como el kínder obligatorio, la subvención para jardines infantiles y la vuelta a clases post pandemia. Están los gremios de camioneros que se oponen a subir el impuesto al diésel, los sindicatos de la Gran minería que amenazan constantemente con paralizar la producción del principal producto de exportación de Chile y, por supuesto, está la Cámara de Diputados que, con su apoyo al quinto retiro de las AFP, ya le ha mostrado los dientes al gobierno que se opone a dicha medida. Paradójicamente, la Sofofa y la CPC son de los pocos gremios que se han mostrado abiertamente dispuestos a trabajar con el gobierno para encontrar puntos de encuentro que permitan la implementación del programa de gobierno.
Más temprano que tarde, el Presidente Boric, cual Julio Cesar, se dará cuenta de que sus Brutus no están en el 1%, sino entre los propios grupos que lo apoyaron y que a la hora de decidir entre sus propios intereses y la implementación de una medida que los perjudica no tendrán dudas de dónde clavar sus cuchillos.