La otra desigualdad
José Ramón Valente: “La exitosa campaña de vacunación también tiene mucho que ver con el modelo de desarrollo de las últimas cuatro décadas”.
Mucho se ha escrito, falso y verdadero, sobre la desigualdad en Chile. La verdad es que a medida que Chile se ha hecho más rico, la desigualdad de ingresos ha ido disminuyendo, pero aún es muy alta en comparación a los países desarrollados. El índice Gini, que mide la desigualdad de ingresos, ha mejorado 11 puntos en los últimos 20 años, pero sigue siendo 13 puntos más alto que la media de la OCDE.
El alto nivel de desigualdad de ingresos ha sido la bandera de lucha de quienes quieren cambiar radicalmente el modelo de desarrollo que Chile ha seguido por más de treinta años. Sin embargo, quienes se han dedicado a estudiar la importancia de la desigualdad en el bienestar de las personas aseguran que esta es importante, pero está lejos de ser el único factor relevante para medir niveles de bienestar y la felicidad (abordada en la columna de Claudia Allende en LT el sábado pasado). Así las cosas, si los cambios propuestos para mejorar la desigualdad pudieran detener o retrotraer los avances logrados en otras áreas como la disminución de la pobreza o el acceso a la salud y la educación, podríamos terminar siendo más pobres y menos felices con el “otro modelo”.
Nada muy novedoso hasta aquí, ¿cierto? Lo interesante es que el exitoso proceso de vacunación que estamos llevando a cabo nos ha dado una oportunidad para recordar muchas de aquellas cosas, distintas de la desigualdad de ingresos, que Chile ha logrado con la estrategia de desarrollo implementada desde mediados de los ochenta y que debiéramos cuidar.
Primero, algunos datos duros. Chile es el tercer país del mundo que más personas ha vacunado hasta el momento, superando no solo a todos los países de América Latina, sino que también a todos los países europeos. De acuerdo con el ritmo actual de vacunación, Chile logrará inmunidad de rebaño (dejará atrás la pandemia) en 72 días. Argentina lo hará en 505 días, Brasil en 936 días y España, Alemania y Francia, en promedio, en 546 días.
La vacuna en Chile se administra sin costo para quienes la reciben y todos los chilenos son vacunados por igual sin distinción de ingreso, de color de pelo, de apellido o del tamaño de la billetera. Pero lo más importante de todo: ¡la reciben! Mientras la desigualdad en el mundo muestra su peor cara, con los países ricos vacunando a su población lo más rápidamente posible y prohibiendo la exportación de vacunas, los países pobres se ponen a la cola para aspirar a tener vacunas en 2022. En Chile, en cambio, cuando de vacunas se trata, somos todos iguales.
El exitoso proceso de vacunación en nuestro país no es casualidad. Tiene que ver con una buena gestión del Gobierno y la articulación del Presidente Piñera en el diseño de la estrategia para comprar a tiempo, a buen precio, y en forma diversificada más de 30 millones de dosis a distintos laboratorios. Parece obvio ahora, pero solo un reducido número de gobernantes en el mundo tuvieron esa visión cuando se necesitaba. Sin embargo, la exitosa campaña de vacunación también tiene mucho que ver con el modelo de desarrollo de las últimas cuatro décadas, al que algunos quieren pasarle una retroexcavadora y otros quieren quemar hasta que desaparezca cualquier vestigio de él.
El diseño de una economía abierta y competitiva, con instituciones sólidas (propiedad privada, igualdad ante la ley, Banco Central autónomo, etc.); la responsabilidad fiscal, el énfasis en el crecimiento económico y la pasión por lograr erradicar la pobreza han hecho de Chile no solo el país más rico de América Latina, sino que también el de mayor desarrollo humano (ONU, 2020). Esto nos permite tener una cobertura de educación secundaria del 89%, una cobertura de agua potable y electricidad de 99% y el mayor gasto social per cápita de cualquier otro país latinoamericano. Por las mismas razones, tenemos una red de centros de atención primaria de 2.280 establecimientos desplegados en todo nuestro territorio, que nos ha permitido que la sabia decisión de comprar vacunas a tiempo se haya podido traducir en una vacunación masiva, gratuita y sin discriminación para todos los chilenos, que va a salvar miles de vidas y permitirá la pronta apertura de la economía y la recuperación del empleo y la dignidad para millones de chilenos. Si la desigualdad la midiéramos con esa vara, Chile sería uno de los países más igualitarios del mundo.
Chile es mucho más que su Gini. Ahora que la realidad se impone por sobre la retórica incendiaria, cuidemos lo que tenemos y construyamos sobre la base de lo que ya hemos avanzado. Quemar todo para partir desde las cenizas no salva vidas, no crea empleos, no educa niños y no nos va a hacer más felices.