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[:es]Manotazos[:]
6 Septiembre, 2021
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  • Insights

[:es]Manotazos[:]

[:es][:es][:es]JOSÉ RAMÓN VALENTE:  CHILE NO ESTÁ CONDENADO A VOLVER A LOS AÑOS SESENTA O A CONVERTIRSE EN ARGENTINA. PERO EL TREN YA PARTIÓ Y VA EN ESA DIRECCIÓN.

 

‘La necesidad tiene cara de hereje’ es uno de los tantos dichos populares que sintetizan cómo algunas personas abandonan las buenas costumbres, traicionan sus propias convicciones y principios y a veces hasta se ponen al margen de la ley cuando hay alguna necesidad económica imperiosa. La historia nos muestra que los Estados se comportan de manera similar a esas personas: cuando los gastos superan a los ingresos y las fuentes de financiamiento se agotan, gobierno y Congreso comienzan a dar manotazos por doquier para mantenerse a flote.

Lamentablemente, el Estado chileno podría comenzar a dar manotazos en los próximos años. En efecto, Chile se ha puesto por primera vez en 35 años en una senda que lo lleva a la insolvencia de sus finanzas públicas. El gasto público llegará en 2021 a una cifra cercana a los US$ 100 mil millones. Es difícil entender cifras tan grandes, por lo que permítanme intentar algunas comparaciones: el gasto público chileno de 2021 será más grande que el PIB de Chile de 1993; el gasto público de 2021 será prácticamente el doble del que tenía Chile en 2012; el gasto público de Chile en 2021 será más grande que toda la economía ecuatoriana. Por supuesto, si tuviéramos los recursos para financiar dicho gasto el problema no sería económico, sino filosófico. Qué tan grande queremos que sea el Estado. Pero el drama de las finanzas públicas del Chile de hoy es más mundano y pedestre y, por lo mismo, más que discusiones bizantinas, requiere de acciones concretas.

Lo cierto es que si quisiéramos mantener en 2022 el nivel de gasto de 2021, nos faltarían (exceso de gasto sobre ingresos) al menos US$ 25.000 millones. Como la mayor parte del exceso de gasto se produjo por las ayudas transitorias derivadas de la pandemia, uno esperaría que el problema se solucionara automáticamente. Sin embargo, la historia nos muestra que no hay nada más permanente que los gastos y los impuestos transitorios. En efecto, ya son muchas las voces que han salido advirtiendo que no se pueden cortar todos los gastos de 2021; que el desempleo sigue alto, que el drama de la pandemia no se termina con las vacunas, que si se corta todo el aumento de gasto tendremos una recesión, etc.

Es posible, entonces, que con un gobierno y Congreso recién inaugurados -sea del signo político que sea- un porcentaje significativo de los gastos transitorios de 2021 se renueven en 2022 y, eventualmente, en 2023, en 2024 y así sucesivamente. Si ese fuese finalmente el caso, hay que prepararse para los manotazos.

Hay muchos tipos de manotazos que históricamente han utilizado los Estados deficitarios. A continuación resumo algunos de ellos:

Manotazo clásico: el Estado se endeuda para financiar sus déficits actuales a costa de que las futuras generaciones paguen la fiesta de las actuales generaciones. Este manotazo se agota cuando la capacidad de financiamiento se copa.

Manotazo encubierto: pasan los fondos de pensiones a administración de un ente estatal. El gobierno de turno le vende bonos a ‘buenas tasas’, le vende acciones a ‘buenos precios’ y financia proyectos de infraestructura con ‘buenos retornos’. Para extender la vigencia de este manotazo se venden todos los activos que los fondos tienen en el extranjero y se traen a Chile para ser invertidos en ‘buenos proyectos’ o empresas con rentabilidad garantizada. Al cabo de 20 o 30 años, la rentabilidad de los fondos de pensiones termina siendo sustancialmente menor a la que habría habido sin estos manotazos y los pensionados terminan financiando el exceso de gasto público de la generación actual.

Manotazo setentero: cuando se comienzan a terminar las fuentes de financiamiento, el Estado recurre a la maquinita de hacer billetes. Emite deuda que le vende al Banco Central y paga sus cuentas con plata de Metrópoli. Al principio la economía y los sueldos vuelan y estamos todos felices (1971), luego suben los precios y los sueldos no alcanzan para nada (ojo con las críticas que hemos escuchado esta semana contra Mario Marcel. Son una forma de preparar la cancha para ejecutar este manotazo).

Manotazo populista: cuando se agotan las alternativas de financiamiento público y la inflación ya está causando estragos, el Estado intenta mejorar el bienestar de la gente fijando los precios. Primero los suministros básicos: agua, electricidad, transporte, arriendos. Luego, todo lo demás. Resultado de esto: la inversión en todos esos sectores desaparece, la infraestructura se deteriora, comienzan los apagones, los cortes de agua, etc.

Manotazo selectivo: cuando el deterioro de las finanzas públicas ya ha infectado a gran parte de la economía, comienzan los manotazos selectivos. Se prohíbe la compra de dólares, excepto para lo que el Estado autorice expresamente; se establecen impuestos a los artículos de lujo (antes fueron los TV en color, ahora podrían ser las consolas de videojuegos); se fija impuesto a las exportaciones, como la carne en Argentina, para que los productos producidos en Chile se consuman en Chile. ¿Suena bien cierto? Y se expropian ciertas actividades ‘esenciales’. El resultado final de los manotazos selectivos es un amplio tinglado de regulaciones y corrupción, que permite el enriquecimiento de los apitutados, la pobreza de todo el resto de los chilenos y que incentiva la fuga de talento y capital.

La idea de esta columna no es dibujar un panorama sombrío para el futuro de Chile, aunque seguramente hasta ahora he fallado estrepitosamente. Chile no está condenado a volver a los años sesenta o a convertirse en Argentina. Pero el tren ya partió y va en esa dirección. Si no lo paramos a tiempo ese será nuestro destino.[:][:][:]